Revista de occidente, Edizioni 25-30

Copertina anteriore
José Ortega y Gasset
Galo Sáez, 1925
 

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Parole e frasi comuni

Brani popolari

Pagina 145 - ... dar apariencias de orden a una prosa en tumulto, un portal en el que se hundía la mirada siempre demasiado tarde, porque apenas llegada a la cancela y dudosa de por cuál de aquellos geométricos pasajes entraría en el presentido patio, ya empezaba de nuevo otra cosa, dejándose atrás aquélla: una pared de colores, la arista de una esquina brusca, una reja, cerrada casi siempre, pero que una vez mostró con patética prisa, cautiva detrás de sus barrotes como una gacela, una luz tiernísima...
Pagina 146 - Giralda — que se cortan con una belleza estrictamente geométrica. La ciudad no se definía, lejos, depurada y distinta, sino que vivía, cerca, complicadísima, esquiva siempre a la línea recta, complacida como cuerpo de bailarina en gentiles quiebros y sinuosidades. Sus intenciones mudaban rumbo constantemente, ya fuerza de no querer nada seguido, de cambiar sin tregua, mostraban una voluntad poderosa y en el fondo rectilínea...
Pagina 145 - Todo lo que aprehendían los ojos eran fragmentos, cortes y paños de muros, rosa, verde, azul, y de trecho en trecho, como un punto redondo y negro que intenta dar apariencias de orden a una prosa en tumulto, un portal en el que se hundía la mirada siempre demasiado tarde, porque apenas llegada a la cancela y dudosa de por cuál de aquellos geométricos pasajes entraría en el presentido patio, ya empezaba de nuevo otra cosa, dejándose atrás aquélla: una pared de colores, la arista de una esquina...
Pagina 148 - Y por eso la ciudad, tan real, tenía un temblor de fantasmagoría, un inminente peligro de que al no poder tenerse juntos, arbitrariamente ensamblados en la imaginación todos aquellos fragmentos que en realidad estaban perfectamente unidos, se viniera todo abajo, en un terremoto ideal y pintarrajeado como los que se muestran con comento de romances en los cartelones de las ferias. Estaba viendo Sevilla y aún tenía que seguir imaginándola, y la ciudad le era, tan dentro de ella, algo incierto...
Pagina 66 - Una observación atenta podría hacernos ver en el cuerpo de la dama que las líneas tienen ya un imperceptible principio de flaccidez. Se inicia en toda la figura una ligerísima declinación. En la cara, fresca todavía, la piel no tiene la tersura de la juventud primera. La mirada y el gesto de la boca lo hacen, sin embargo, olvidar todo. Los ojos y la boca dominan la figura entera. Cuando la dama camina, lentamente, con majestad, de rato en rato, enarca el busto, como si fuera a respirar. Otras...
Pagina 69 - Segovia es más reverberante y fina que la luz de las otras ciudades españolas. Vive la alta torre en la luz. La hora del día, el tiempo, el sol, las nubes, hacen cambiar a la torre de color y aun de forma. Los resaltes de los ángulos son más salientes, o desaparecen, y el matiz llega a rojizo, pasa por amarillo, se desvanece en un pajizo suave, según la luminosidad del momento. Los espesos burujos verdes que asoman a su pie en la ciudad, entre las casas, realzan la amarillez de la torre. Desde...
Pagina 179 - EL mar. Chasquido breve, muerte de adolescencia sobre la arena tibia. Playa. El mar. Ámbito exacto: allí acaba, aquí empieza, aquí estoy yo, allí ella. Ausencia. El mar. Embate plano contra rocas tajadas. Escribe blanca espuma en el cantil su acróstico. Se lo descifra el viento. Secreto. El mar. Sal en los labios que beso, y esa gota que va rodando, ajena, por mejilla sin llanto.
Pagina 65 - Sobre los rodetes se ven dos estrechas bandas de carey con embutidos de plata. Dos gruesas perlas lucen en el lóbulo de la oreja. Gruesas perlas forman la gargantilla que ciñe el cuello. Amplia mantilla negra arreboza la cara y cae por el busto hasta el brazo desnudo que, puesto de través, la sostiene a la altura del seno. No percibimos al pronto si esta mujer ataviada al uso popular es realmente una mujer de pueblo o una gran señora. Su manera de andar y sus ademanes son señoriles. Se trata,...
Pagina 55 - ... extendido a toda la familia, no admitía que ninguna otra persona interviniese en el arreglo de la habitación. Un día, la madre quiso limpiar a fondo el cuarto de Gregorio, tarea que sólo pudo llevar a cabo con varios cubos de agua -y verdad es que la humedad le hizo daño a Gregorio, que yacía amargado e inmóvil debajo del sofá-, mas el castigo no se hizo esperar: apenas hubo advertido la hermana, al regresar por la tarde, el cambio operado en la habitación...
Pagina 146 - ... distinta, y por eso el corazón creyó que la perdía, dudoso y engañado como aquella mañana en que siguió a la hermana de la mujer querida unos instantes, por la semejanza a lo lejos de sus siluetas. De cuando en cuando miraba hacia arriba: precipitado desfile de miradores torcidos, de balcones desenfocados, todos herméticos y sin gente; y más alto el cielo, vereda azul, escasa y blanda, entre márgenes de claveles y geranios...

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