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Todo el libro de Pablo Rojas es una bella justificación de sí mismo. En él, imágenes y conceptos danzan serenamente sobre la cima dorada, fatigada, su compás «elegante y contenido».-B. J.

con

España: siglo XVI

1

E1

L Instituto de las Españas en los Estados Unidos acaba de publicar, en pulcro volumen, dos conferencias, leídas—a finales del año 1926-por el profesor D. Fernando de los Ríos. Una, en la Universidad de Columbia. La otra, en el VI Congreso Internacional de Filosofia, celebrado en Harvard.

Estas conferencias son como dos alas, la indicación de dos posibles desarrollos del pensamiento central que, sin duda, se propone su autor desenvolver ampliamente en el curso para que ha sido requerido por la mencionada Universidad.

por

El libro se titula: Religión y Estado en la España del siglo XVI. Le precede una acertada semblanza del ilustre profesor granadino, firmada D. Ángel del Río, y contiene, además, una breve nota-informativa-sobre el estado actual de la filosofía en España, tema que será también insistido en cursillo neoyorkino, dedicado a estudiar la personalidad de Ortega y Gasset.

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Trabajo interesante-que había de hacerse algún día-es el de fijar con exactitud la situación de D. Fernando de los

Ríos en la nueva cultura española; estudiar su formación de doble raíz: científica

a su

Y

ética, que

da

un tinte tan característico

en cada

que

figura, una orientación tan fina a su conducta privada y política; examinar su influencia en el resurgimiento de nuestra espiritualidad... Resurgimiento que él señala y que aparece a nuestros ojos como una veloz ascendente, carrera generación supera a la le ha precedido. Hasta el momento actual. Esta es la hora-ahora que parece inminente una afirmación total de nuestros valores-de continuar, en realidad, la historia de España.

que

Y para continuar la historia hay que tomarla, de un salto, alli donde quedó interrumpida, a remolque de historias ajenas: muchas miradas se han vuelto, coincidentes-como hacia el reloj en que suena la repetición de una campanada—, tro siglo XVI.

a nues

Una de las más buídas y sagaces es la de D. Fernando

de los Ríos.

3

La nota más sorprendente, a primera vista-y, desde luego, más nueva entre nosotros; aquella que garantiza, con signo indiscutible de madurez, el más reciente pensamiento español, es esa pureza de visión, desinteresada de partidismo, que tanto irrita a los sectarios de cualquiera especie.

Y

de

El Estado español de los siglos XVI y XVII, ha sido objeto de alabanzas y vituperios, según que hablasen gentes uno u otro bando. Hoy, ya- -en virtud de esforzada superación es posible que un hombre de formación sensibilidad referibles en cierto modo a las que ocuparon en su día la posición contraria, explique-y justifique-aquel fenómeno político con palabras como éstas: «Frente al primado de la razón individual, la había de sobrenadar en la cultura que a postre nacida al calor de la Reforma, defendía España la unidad del espíritu universal, la expresión de esa unidad en la tradición,

en la continuidad del esfuerzo simbolizado ponderar la elevación de sus motivos.

por la Iglesia.» Y

4

En sustancia, la tesis defendida por D. Fernando de los Ríos-tesis, a mi ver, fecundísima-, consiste en la negación de excepcionalidad a la organización estatal de la España del XVI. «Ese fenómeno de Estado-Iglesia, dice,

cons

tante, no privativo de ella ni de aquella época.» Lo considera perdurable.

En confirmación de ello, cita un párrafo de Rousseau (página 65: De Rousseau a Gentile»), quien ha inspirado una corriente política, la más adversa aparentemente a la que representaba España.» Absolutismo democrático, escribe.

Asimismo, descubre el Estado-Iglesia en la organización de los Estados durante la guerra y en la postguerra... Sin embargo-a acaso llevado por su sentimiento liberal-, no estima esencial Y de necesaria permanencia esa actitud cerrada, la reduce a determinadas ocasiones. Según él, «el Estado-oficial, el Estado-gobierno», se cierra totalmente en momentos dados para salvar aquello que cree constituye la sustancia de la nacionalidad, de la cual se estima el único sujeto jurídico.

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Una de las preocupaciones fundamentales de D. Fernando de los Ríos-preocupación sólo indicada, pero de orden primario, es el drama creado a la conciencia disidente en la mencionada estructura estatal. No sería extraño que partiera de ella alguna de las futuras derivaciones de su trabajo. Fácil es reconocer reconocer en las escasas páginas de Religión y Estado en la España del siglo XVI, el germen de una obra fundamental.-FRANCISCO AYALA.

HA

Poesía de vivac

AY poesía de cámara y poesía de vivac. Atildados versos de gabinete y broncos romances gitanos, a plein air. Y todos los peligros están, claro es, de parte de los segundos. De una a otra poesía hay la diferencia que va del discreto colegial que juega en su terraza con sus mapas y construcciones, al que, por terraplenes y acequias, se expone cada mi

nuto a romperse

el cráneo.

El libro Versos con sol y pájaros (Sociedad de publicaciones El Inca, Buenos Aires), corresponde a la segunda clase. Comienza en un «Campamento» rifeño, donde «exprime su naranja el medio dia», y concluye con lindas coplas verbeneras. Amado Villar extrae del desierto, de la

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por

Y

arra

del pampa, un sabroso zumo de

sol, le aniña Y rie, preso en aros

Por las veredas, refrenadas de árboles,
salta la luna, de vestido corto,

dice el poeta en una página. También su poesía niña corretea el prado a caza de granitos de sal y de redondeles de oro. Carga frágil. No siempre. A veces, el racimo de imágenes trae prendida perla, cazada muy

una

hondo:

Desharina sus playas el ancho Mediodía
sobre las vendedoras de frutas y los moros
vendedores inmóviles del tiempo.

Y el aire, que recoge los pregones caídos,

se marcha de puntillas,

agitando su blanco molino de papel.

La timidez es la hermana menor-iqué graciosa!-del miedo. La desenvoltura lo es de la audacia. La poesía de Amado Villar es desenvuelta, llena de frescura

A la quebrada cintura

lleva remangado el viento.

y agilidad:

Como su «sardinera descalza». Cada verso suyo-ya lo apunta en sus títulos el poeta - — es un «camino de una muchacha». Rientes «palabras al borde de un amane

cer).

B. J.

para

la sonrisa

FRANCISCO MIRABENT: La estética inglesa del siglo XVIII.—(Ed. Cervantes. Barcelona, 1927.)

ESTE libro de Mirabent es, ante todo, un buen manual,

a

la cultura española buenos

oportuno.

Ilustra,

y como hacen falta didácticos, claras y serias exposiciones metódicas de problemas estudios filosóficos, es, además, un libro Y por otra parte, una materia conocida poco Y divulgada. Los manuales generales de estética suelen abordar muy superficialmente el examen de los estéticos ingleses del XVIII; el mismo Menéndez y Pelayo, al acercarse a ellos, principalmente en el tomo IV de su Historia de las ideas estéticas, sintetizaba su exposición en veinte o treinta páginas. Y es que, para la historia literaria española del XVIII, importaba más el conocimiento de la filosofia y la literatura francesas el de las inglesas. También el mismo Menéndez y Pelayo lo advertía señalando la influencia francesa, tal vez de manera demasiado neral, en la propia estética de los ingleses seiscentistas: «de la

que

ge

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