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Dentro del cabaret, los modos de fascinar están ya tan gastados, que algunas muchachas inteligentes pretenden ir cambiando todo el repertorio. En vez del pícaro juego de las miradas, utilizan la preciosa geometría de las piernas. A la insolencia ha sucedido el ingenio. Son modales que la sociedad ensaya allí— familia una granja agrícola se ensaya una importada de membrillos, para trasplantarlos luego los salones.

como en

a

la

a

Y

como

el

por

mercu

Una tanguista arrebata Alfredo, Juan Sánchez intenta continuar sus confesiones. Arturo no disfruta de esa piel especial de oidor de confidencias resbalan sin dejar huella, que rio. Se necesita una sabia flexibilidad para ir acomodándose a las ondulaciones emocionales del confidente, a su intensidad, tono y timbre. El oidor de confidencias suele buscar un rodrigón, un punto de apoyo, para no flaquear en la larga cuerda floja. Arturo encuentra felizmente ese punto en una media de seda que comienza a disgregarse en el opulento de que una curva: punto de patetismo superior al de muchas falsas escenas de caballeros la pecho. Arturo contempla, emocionado, aquella pierna

con

arran

mano en

el

profesional, mientras Juan Sánchez persiste en locura metafísica:

su

-Ser o no ser. Hallarse a merced de un registro civil, de una cédula falsificada, de un pasaporte. Esperar a que alguien nos diga qué somos...

Las piernas inician un delicioso vaivén para escamotear el punto suelto. Se quiebra la armonía de la mujer sentada, que todo lo fió a la parte inferior, tan esquemática. Un movimiento torpe produce otro Si estudiamos la torpeza en sus dos aspectos sinónimos, dinámico y voluptuoso, veríamos que un caso de torpeza rítmica destruye totalmente la sensual. Nada suscitan unas piernas en franco desnivel

más torpe.

armonioso.

-Porque nuestro

el más

ser

es tan frágil que

nada. El geómetra no

leve control lo desvanece...

Un punto es todo

Y es

cruce

puede atraparlo, y se lo inventa en el de dos caminos. Es un átomo de la línea, es la larva de un poliedro. Sin ninguna dimensión puede engendrar las tres. Este punto que examina Arturo está describienlínea recta. Se agranda, se ensancha, anula la distancia de su mesa la de Arturo; unas manos se posan en los hombros de Juan Sánchez, le tapan los ojos, le vuelven la cabeza, le zarandean, le gol

do una

pean...

a

-Pero ¿no me conoces, Juanito?

Juan Sánchez abre los ojos, atónito; quiere cordar. La muchacha ríe, alborozada.

Pero, este Juanito!

-No recuerdo.

re

-¡Si eres inconfundible! Tu cara
¿Convidas? ¿Vienes?

nunca.

no

se olvida

Juan Sánchez, estremecido, renaciente, se deja arrastrar. (¡Inconfundible! ¡Inolvidable!) Arturo recorre el cabaret con los ojos, buscando otro punto de apoyo para mover aquel menudo universo de sus imágenes fatigadas. Bebe. Se queda medio adormilado. Pasa media hora. De le sorprende la presencia de Juan Sánchez. Viene solo, desencajado, lívido. Vencido.

pronto,

-¿Lo ve? Era una ilusión suya.

-¿Cómo? ¿Quién hace caso de...?

una cara, con un

con

—Nos encerramos... Ella quiso obsequiarme garbo originales... Nada. Buscaba a un tal Juan Martínez. Al desnudarme, descubrió ¡Juan Sánchez! Leyó la firma... Se quedó estupefacta. Luego quiso recuperarme... ¿Lo ve? Yo soy siempre otro cualquiera. Es decir, Nadie, Nadie, Nadie.

su error.

soy

IV

(Apuntemos aquí una interpretación de la verdadera tragedia de Juan Sánchez: Es que tropieza siempre con la cuarta dimensión, es víctima de las bromas inflexibles de la cuarta dimensión. Juan Sánchez llega siempre tarde los hombres puede verlos en su tensión suma, en

a

Υ a

las

cosas.

Nunca

la sola tempera

tura en que pueden respirar los héroes. Le sucede

como

al

que llega

a una

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ce es un redondo muñón y las vertientes son de tronco de cono, todo gastado, arañado los días, sin hoscas aristas, sin hirsutos filos. Juan Sánchez presintió

su

esa

por

con

los

momen

caravana aca

se acerca a

drama conyugal; pero al llegar a rozarlo dedos, el drama había perdido su temperatura hostil. Si Sánchez irrumpiese en un bosque salvaje, las fieras le verían llegar indiferentes, porque en aquel to estarían en plena digestión de alguna bada de engullir. Cuando Juan Sánchez las cosas, todas se le acercan, lamiéndole irónicamente la mano, fatigadas, rendidas. El mundo está nutrido de Juan Sánchez los encuentra arcos tensos, pero siempre relajados. La verdadera tragedia de Juan Sánchez es, quizá, su excesiva realidad. En la realidad, los espíritus extremos, las sumas tensiones del espíritu mediocre, pocas veces aciertan a encontrarse para producir chispa fascinadora que marca niveles ilusorios de humanidad heroica. En la realidad, pasan, se cruzan, se rozan apenas los espíritus. Son casi siempre tangenciales al aro de luz que traza en torno suyo cada ente original; sin que, unas veces por su silencio, y otras por su excesiva charla, logren juntarse para encender temperaturas cumbres. Tal pasión—la de Arturo-entra en en juego cuando apenas es ya una sombra. Tal vanidad-la de Alfredo-viene a escena cuando ya logró plenamente saciarse. Todas las pasiones han perdido sus filos, su pólvora cuando Juan Sánchez quiere jugar con ellas, utilizarlas como armas arrojadizas. Sólo un astuto novelador consigue armonizar en el tiempo este gran sistema de fuerzas que constituye el tejido dramático: el punto de sazón

y aco

del deseo femenino, el apogeo viril de los amantes, la extrema temperatura de una cólera, el período de celo de toda bestia humana. Sólo un falso novelador puede recortar de aquí y allí trozos singulares de vida plarlos-como los líquidos en un matraz para hacerlos hervir ruidosamente, en un momento prefijado. En esta breve reseña de un trozo de la vida de Juan Sánchez, no se tuvo la fortuna de hallar a los personajes en su punto de más alta tensión. Para alguno adelantó, para otro se retrasó la novela. Aquí aparecen según vivían al ser llamados a figurar cillo relato.)

que

a

se

en este sen

Hay sobre el tapete, a cuadritos rojos y ocres, un azafate. sobre él una y pirámide de fruta recién cogida. Entra Arturo en el comedor, y se detiene a contemplar aquella voluptuosa agrupación de formas redondas realizan todas las travesuras de la curva. Mientras aguarda Juan Sánchez, se divierte en extraer del frutero su esencia cristalina: una pirámide. Este fugaz momento de esperar sólo puede llenarse con contenidos infantiles, de tránsito entre dos graves problemas: ahora aplica un método escolar la a cepción geométrica de la fruta. Si circunscribe al conjunto poliedro cualquiera, el puñado de curvas perderá en deleite lo que gane en precisión; mientras que inscribiéndolo, conservará toda su delicia, aunque pierda en geometría. Bien está asignar su sostén a la fragante arquitectura, pero dejándolo bien oculto. No como andamio, sino como esqueleto.

un

per

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