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a casa

el bolsillo, y lo saca en forma de cuaderno. «¿Qué tenemos que hacer hoy?», le pregunta Ramón, al borde de un abismo, o de la acera. El cuaderno, rojo como un secretario atareado, contesta: «A las tres, ir con Cassou de Kra firmar libros. A las cuatro, recibir un poeta de Honduras que va a fundar una revista. A las cinco, tomar el té con la señora de X..., que va abrir salón. A las seis, hablar con los

a

hermanos Z..., que van a

un

dirigir

para

una casa editorial. A las siete, tomar el vermouth en la Sociedad Protectora de los Elefantes de Circo. A las ocho, cenar con unos amigos de Falgairolle. A las nueve, asistir a una soirée. A las diez, estar en la Rotonda de Montparnasse. A las once, estar en el café de enfrente. A las doce...» Ramón vuelve la espalda a su le dice a la persona-editor, poeta, fotógrafo, pintor o que le pide una cita: «A las doce, esta noche,

tario, y

cornac

Vikings.»

secre

en los

en

es

En sociedad.

el sastre que

que

Ramón se debe hacer el frac hace los fraques a los directores y artistas de circo. Fraques de una elegancia especial, y no puede decirse suprema, porque la elegancia insuperable de tal prenda un secreto profesional de los negros. Ningún prestigio europeo más falso la supuesta elegancia del frac británico. Si el prestigio de la escuadra resultase tan falso como el del frac, ipobre Imperio! En Inglaterra es donde se ven más fraques lamentables, y el frac de los lores resulta bastante provincial. El de los negros es la universalización del frac y es el descubrimiento natural el frac es que gala de negros y ha sido inventado de la raza humana más elegante, de más soltura. Después del frac de los negros, viene en categoría el de los malabaristas, los prestidigitadores, los adivinadores demás oriundos de la India en el circo. A esta categoría pertenece el frac de Ramón. Cuando Ramón está en el salón de su editor, el editor digno de «El Circo», porque

de

naturalmente

Y

el

una

para cuerpo

a

ha sido cocinero antes que fraile, o en el salón del faubourg St. André Germain, y se estira los puños, parece que va a sacar pañuelos, banderas, sombrillas, cualquiera de estos objetos fabricados en serie por la imaginación; y cuando saca el pañuelo o se pone el monóculo, no se nota que el monóculo sea de mentirijillas y no tenga cristal, ni que el pañuelo sea de verdad y a tanto la docena, parece que se dispone marchar cabeza abajo, sobre las manos, como ha habido ya un escritor español sobresaliente en este juego de sociedad y destinado a la diplomacia, o que se dispone a subir a la lámpara maravillosa como trapecio. Pero el Ramón que se impone en la sociedad de París es el Ramón real, el Ramón material, el Ramón físico o el físico de Ramón, lo que se designa con este nombre duro, redoblante y sin necesidad de más: Ramón. Este nombre de sereno. Ramón es el sereno de Europa. Et quand on voyage 'on arrive au petit jour dans une ville, on imagine la fenêtre de Ramón, éclairée dans le petit-jour, là bas à Madrid, comme feu de navire à l'avant de l'Europe, ha dicho su panegirista Valéry Larbaud. Ramón es un tipo tan español, tan madrileño, co sereno; y tan europeo, tan universal,

a un

et qu'on

un

una

como

luz

en

el del
la noche.

como

En público.

más

bres

en

Como muy español, Ramón no es hombre de sociedad; sociedad, sabe estar en que en público, está ya en público cuando está en sociedad. Este fenómeno no se produce solamente en Ramón, se produce generalmente en todos los homtodo el mundo, pero de un que se sienten notables en modo particular los españoles. Es un fenómeno de fisiología española que se puede observar mejor en una ciudad tan sociable como París. El porte del español impresiona. Al mismo tiempo que Ramón, han estado en París Ricardo Baroja y los Solana, tipos españoles que parecen tan diferentes. Quelle allure, votre ami, me han dicho, por ejemplo, en París de Ricardo Baroja; y, en efecto, en París se ve toda la allure de esa

calva hecha que parece a propósito, de esa nariz que nunca coincide con la dirección de la mirada, de ese brazo portador de antorcha una que es una pipa. Estando con los hermanos Solana en la fiesta que dió el circo de Invierno a Ramón, varias personas se me acercaron para preguntarme con verdadera curiosidad: «¿Quiénes son estos amigos de usted? Quelle tête! La cabeza que más llamaba la atención no era la del pintor, sino la de su hermano. Unamuno, Valle-Inclán, todos los españoles notables que he visto pasar por París, han llamado la atención, sobre todo, sus cabezas. La de Unamuno sin gafas hubiera encontrado su Salomé. Cuando Unamuno, estando sociedad, se quitaba las gafas para hablar en público, hacía conquista sin saberlo. Su éxito en París fué de hombre Una tarde, en el salón de cierta buena dama, en el hay una hora de conversación general, otra hora de charla privada y la hora de los poetas, Unamuno habló durante esta hora y acabó diciendo cada lleva dentro varias. «Merci bien, maestro-le dijo al final una damisela emocionada Y como agradeciéndole regalo—, muchas gracias por

en

guapo.

que

un

persona

habernos dicho cada uno tenemos varias

que

personas

que

dentro.>> Y fiada en esta variedad personal, la damisela continuó: «¿Le usted la música, maestro?» A lo que Unamuno, con la cortesía castellana refinada por los vascos, dijo: «¡No!» «C'est dommage quedóse exclamando

gusta a

su

admiradora — yo hubiera tenido tanto gusto en cantarle a usted algunas canciones.»

Pero Unamuno se había las gafas y

ya

que su

puesto

el sombrerillo y salía hecho un profesor de provincias apagando entusiasmos, sin enterarse de triunfo de Victor Hugo en el destierro podia estar en su figura, car le jeune homme est beau, mais le vieillard est grand. Valle-Inclán, cuando estuvo en París, fué huésped de un personaje de politico de la tercera República, y este patricio, harto de ver gentes de todas cataduras, decía de huésped, sólo la figura, porque él no entendía más que el francés Valle-Inclán hablaba más que en español: On voit bien que c'est quelqu'un. Blasco Ibáñez ha debido no popularidad en Francia a su cabeza de Tartarín,

su

poco

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por

no

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O se

que

es que

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tal y como la cabeza de Tartarin aparece en la portada de una de las ediciones francesas más populares de la obra de Alfonso Daudet. Pio Baroja es de todos estos escritores y artistas españoles que han pasado algún tiempo en París, el ha llamado fisicamente menos la atención. Tiene un tipo más corriente de intelectual europeo y es más conversador que conferenciante, es más hombre de sociedad que de público. Sin embargo, Felipe Soupault le encontró parecido con un hombre público francés, con el señor Poincaré. La regla españoles presenten como una cosa natural lo que los franceses <hacen» hacían, porque va pasando la costumbre francesa de hacerse cada cual a su imagen y semejanza, cou distribución personal de todos los ingredientes capilares, cabeza. Los franceses que tienen «cabeza» tienen la cabeza y todo el aspecto teatral. Los españoles que tienen «cabeza» no tienen más que saber llevarla, no tienen que añadir más; quizá les faltan las ideas, pero, si las ideas no están en si las ideas no están en la cabeza, no les falta nada. El español es muy representativo, tiene tipo fácilmente, tiene imagen. Su riqueza plástica, si no es tan natural como su pobreza o su riqueza fisiológica, tampoco es teala intimidad que para estar teatro, más que para el circo...

tral,

en

está hecha aunque

menos para

público y más que para el

una

«una

En las nubes.

Desde

a pesar

que se

pero

se

ha subido a la cabeza de un elefante, ha visto claramente que Ramón está hecho para estar en las nubes, de las dificultades de la subida. Ramón quería subirse por medio de una escalera; el confidente del elefante, el cornac que le tira de la oreja, se opuso, porque el elefante no admite competencias. A un elefante hay que escalarlo como una montaña. Subir en él es más difícil de lo que parece. Sabido es que, en los jardines de aclimatación, se mete al elefante entre puentes o elefantes de piedra, para que se suban los chicos, los grandes, que ante el elefante también son chicos. Como

dos

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