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tacto con la muerte, con el terror, con el ridículo. Unicamente para la mujer popular—la aristócrata es para él también maja-guarda su emoción idílica Υ caricia lasciva...

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En este sentido su fantasía es magnífica. Infantil ardiente. El soberbio ante la mujer que le sugestiole transmite gran parte de esa soberbia en un juego mórbido, imaginista y lleno de luces, ella que desplegar el cuadro por cuenta propia, como un real su cola.

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Goya, como tipo de amor (literario), se halla entre Casanova y Cyrano. Del primero tiene la libido, del segundo el romanticismo ingenuo.

(Al Julián Sorel le redujo mucho las dimensiones la Duquesa Cayetana.)

Goya, genio, carece de la moral del genio.

La moral del genio es la serenidad, la posición superadora de todos los estilos doctrinarios, sean amorosos o artísticos. Y él no supo libertarse de cierto estilo wertheriano de amor, propio de su época, ni tampoco por completo de alguna oratoria estilística en el

arte.

No alcanzó la moral del genio-caus causa por la cual quedará siempre por debajo de Velázquez-, aunque luchó por conseguirla en un perpetuo ensayo de disciplinas vitales. Pero todas le abortaron.

En esta lucha estriba su dinamismo. De esta diferencia de niveles entre sus facultades absolutistas Y indisciplina crítica, brota su energía, como de la diferencia de niveles hidráulicos surge la fuerza del salto de agua.

su

Tenemos, pues, a un hombre arbitrario, de cultura rudimentaria, de temperamento stendhaliano, colocado frente a la vida y con la obligación de verla como pintor. Y le tenemos en España. Esto es, en un país cuyos valores de contraste, en la naturaleza y en los individuos, son los más pintorescos y violentos. El choque tenía que ser rudo, brutal. La tendencia constante de Goya hacia los resaltes crudos del aguafuerte, nace de ese ese primer choque. Dentro de la misma tendencia era natural el artista mostrase especial dilección los tipos de psicología extrema, de traza firme y característica: bandoleros, daifas, toreros, aristocratas decadentes, mendigos, etc. En la obra de Goya apenas hay burguesía. Ni interiores risueños, ni parajes tranquilos, ni vulgaridades domés

ticas.

por

que

¿Es que la España de fines del siglo XVIII y principios del XIX carecía de matices cordiales, de sistema ideal profundo, de rasgos no únicamente «característicos»?

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Por lo menos, Goya se detiene en estos aspectos. O detiene sin el entusiasmo derrocha asuntos de perfil anecdotario. La culpa no hay echársela sólo a él. La él. La mayor parte de los artistas de tiempo iban arrollados envueltos corriente del romanticismo que tanto en España en el resto de Europa prescindía de todo canon exaltar como regla suprema la ley ba

su

mónico para
de los contrastes.

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Sin embargo, el retrato no puede

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Y por eso,

Goya lo comprende, sabe hasta qué punto sus facultades dramáticas repugnan las normas del género, hasta largo período de vacilaciones, durante el cual estudia asimila algunas personalidades estéticas españolas y extranjeras.

encontrarse a sí mismo, atraviesa un

Υ

De los maestros españoles, las asimilaciones son frecuentes. Pero las absorbe con la fuerza con que absorbería una formidable esponja algunos hilillos de

agua.

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El cambio de orientación la conmoción trascendental que en Goya produjera Velázquez (como da a entender Beruete), no aparece muy claro las obras que ejecuta en su juventud y menos aún en las posteriores. De los maestros españoles, los que se transparentan con mayor claridad en la paleta goyesMurillo Zurbarán.

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No ofrece duda alguna que los registros altos de paleta en los primeros tiempos-carmines, rojos, violetas son murillescos. Así como la estructuración la levedad de trazo en la ejecución de varias cabezas femeninas. (Obsérvese a manera de cuadro testigo el de «El sueño de Jacob», de Murillo, nuestro Museo del Prado. En algunos frescos -como, v. gr., los de San Antonio de la Florida—, la semejanza cefálica entre las santas de Goya y los angelotes de Murillo, es extraordinaria.) Véase también el goyesco-amurillado «Psiquis y Cupido».

en

En la escala de los grises, la influencia originaria bien visible es la de Zurbarán y después la del Greco. Varios críticos, entre ellos el alemán Mayer, sub

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