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ella en castellano antiguo, § 35 3, (jaula, ligero), mientras los galicismos modernos usan la ch (charretera, pichón) ó la s (bisutería); los antiguos asimilan mb, § 47 3 (jamón) (1)Después del francés, el italiano es la lengua que más enriqueció el español; explican esto la cultura superior italiana del Renacimiento y nuestra larga dominación allá términos de industrias y artes: fachada, remex escorzo, carroza, medalla, soneto, terceto, piano, barca rola, etc.; milicia: escopeta, baqueta, centinela alerta bisoño, parapeto, etc.; comercio: banca, fragata, galeaza, piloto; diversos: estropear, aşpaviento, saltimbanqui, charlatán, espadachín, sofión, gaceta. Del alemán y el inglés son pocas las voces introducidas en el español.

6] Más interesantes para el estudio histórico son las palabras que el español tomó de otras lenguas modernas de la Península. Del gallego-portugués tomó voces desde muy antiguo, pues la poesía lírica en lengua gallega fué cultivada por los poetas castellanos en los siglos XIII á xv; y viceversa los poetas portugueses de los siglos xvi y xvii escribían en castellano. Por ej., son gallegas ó portuguesas de origen morriña, macho (contracción de mulacho), follada, sarao (2) (cuya forma castellana serano se usa en Sanabria), chubasco, achantarse, vigía, chumacera, arisco (pg. arisco, ant. areisco, «arenisco, áspero, esquivo»), payo (contracción de Pelayo, tomado como nombre. rústico), Galicia (en vez del ant. Gallizia), Lisboa (en vez

(1) Falta un estudio histórico de los galicismos. Véase RAFAEL M. BARALT, Diccionario de Galicismos, 1890, y H. PɛSEUX-RICHARD, Quelques remarques sur le Diccionario de Galicismos de Baralt, en la Revue Hispanique, IV, 31.

(2) V. C. MICHAELIS DE VASCONCELLOS en la Miscellanea Caix e Canello, p. 152.

de Lisbona, usado aun por Ercilla), Braga (en vez de Brágana, corriente en el siglo x), portugués (en vez del anticuado portugalés). Del catalán ó valenciano, retor, paella (en vez del castellano padilla); pleita de plecta que en cast. hubiera dado *plecha, § 50; seo, nao § 76 n. 2); capicúa (voz que aunque no está en el Diccionario se usa entre los jugadores de dominó para indicar una jugada). En el siglo XIII se decía Catalueña Catalonia, como Gascueña de Vasconia, pero luego se adoptó la forma propia de esos países (gascón prov. Gascuño Cataluño, escrito Gas-ounho, pero francés Gascogne Catalogne) y se dice Gascuña Cataluña Las otras hablas de España más afines al castellano y que se fundieron al fin con él para formar la lengua literaria, dieron también á ésta muchísimas palabras; pero son difíciles de reconocer, pues como estos dialectos afines tienen la mayoría de sus leyes fonéticas comunes con el castellano, tales palabras no llevan sello de evolución especial. Por ejemplo: el vallesoletano Cristóbal de Villalón tiene por voces de las montañas, propias de los que no saben castellano, las de masera por artesa, ó peñera por cedazo, y en efecto, esas dos son voces muy usadas en Asturias y León, pero que para su derivación de massa, *massaria y de penna, *pennaria, siguieron iguales leyes que las del castellano (§ 9 2 para la terminación era, § 49 1 y 3 para la doble ss y nn). Los casos en que siguen leyes fonéticas algo diferentes son raros; podemos creer leonesas la voz cobra, cobre, «reata», de copula, pues en leonés los grupos cuya segunda consonante es una la true can en r contra el § 39 2, 48, 57 1, y dice: brando, prata, niebra, puebro, sigro; también son leonesas mielga y nalgas (§ 60 3). Podemos asegurar que es aragonés el sustantivo fue

llar, de *foliare (por foliaceus, derivado de folia), pues este dialecto diptonga la Ŏ aun cuando le siga una yod, § 13 3, y en vez de la j castellana usa la ll en fuella por hoja, ovella por oveja, etc. Son de origen andaluz jamelgo, jaca, jalear, cañajelga, por revelar una pronunciación andaluza de la f etimológica, que se opone á la ley general del § 38 2.

En fin, el descubrimiento y colonización de Amėrica puso al español en contacto con la muchedumbre de lenguas del Nuevo Mundo. Claro es que por su inferior desarrollo respecto del español y por su mucha variedad, las lenguas americanas no pudieron resistir la invasión de la española. Esta se propagó con relativa facilidad, pero sin destruir por completo los idiomas indígenas, y claro es que los productos naturales, la fauna, los utensilios y las costumbres de las tierras recién descubiertas influyeron demasiado profundamente en el comercio y la vida, no sólo de España, sino de Europa entera, para que no se importaran con los objetos multitud de nombres americanos. El primer pueblo con que tropezaron los descubridores fué el de los caribes del mar de las Antillas, y esto explica el que á pesar de su estado de cultura inferior al de otras razas americanas, ellos hayan enseñado á los españoles muchos de sus vocablos, que no fueron después sustituídos por los propios de pueblos más cultos, como los aztecas y los incas; de origen caribe son las primeras voces americanas que circularon en España, y las más arraigadas como canoa (ya acogida por Nebrija en su Diccionario en 1493), huracán, sabána, cacique, maíz, ceiba, colibrí, guacamayo, nigua. Méjico, por la gran importancia que los aztecas tenían en la época del descubrimiento, dió también muchas voces: tomate, chocolate, ca

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cahuete, cacao, aguacate, jícara, petaca, petate. Más palabras dió el quichua hablado en el Imperio inca; los destructores de este Imperio tomaron allí gran porción de nombres, como cóndor, jaguar, alpaca, vicuña, loro, pampa, chacra, papa, puna, y las propagaron por toda América y por España. Estas son las tres principales procedencias de los americanismos las demás tribus indígenas menudas no estaban en condiciones de influir mucho, y alguna familia muy importante, como la guaraní, que se extendía desde el Plata al Orinoco, fué explorada más tardíamente, así que no dió muchos nombres de uso general.

No podemos estudiar despacio todos estos elementos que contribuyeron á ia formación del vocabulario español; sólo será objeto de nuestra atención preferente el elemento más abundante, más viejo, el que nos puede ofrecer la evolución más rica: el del latín vulgar ó hablado, que forma, por decirlo así, el patrimonio hereditario de nuestro idioma. A él consagraremos el resto de este Manual. Por medio de nota, y sólo á título de contraste con el elemento vulgar, se harán algunas observaciones sobre las palabras tomadas por los eruditos del latín escrito.

CAPITULO II

LAS VOCALES

Para estudiar históricamente el idioma español hay que empezar por conocer la historia de los sonidos que forman sus palabras, los cambios que han tenido desde la época latina hasta hoy día. Este estudio de los sonidos se llama Fonética. La Fonética histórica estudia las transformaciones de los sonidos desde la época latina á la actual; se funda, casi únicamente, en el estudio de los sonidos escritos; las gramáticos antiguos rara vez hacen análisis fisiológico de los sonidos, el cual sólo puede hacerse con precisión respecto de la lengua moderna (1).

La fonética estudia aparte las vocales y las consonantes. La vocal es la vibración de las cuerdas vocales, sin que la columna de aire que produce esa vibración halle

(1) El primer análisis general de los sonidos del español moderno fué hecho en los Estudios de Fonetika castelana por FERNANDO ARAUJO, 1894, impresos en ortografía fonética. (v. Literaturblatt für germ. und rom. Philol. 1896, p. 15 ss.) Con más pormenores de transcripción se tratan algunos puntos de la pronunciación castellana en varios artículos de Le Maitre Phonetique, especialmente uno de A. F. KUERSTEINER, Dic. 1896. Un estudio verdaderamente científico, hecho con ayuda de los métodos y aparatos del abate Rousselot, será publicado en breve por el profesor de Boston F. M. Josselyn.

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