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rente el elemento más abundante, más viejo, el que nos puede ofrecer la evolución más rica: el del latín vulgar ó hablado, que forma, por decirlo así, el patrimonio hereditario de nuestro idioma, prescindiendo de las ganancias 6 acrecentamientos posteriores. A él consagraremos el resto de este Manual. Por medio de nota, y sólo á título de contraste con el elemento vulgar, se harán algunas observaciones sobre las palabras tomadas por los eruditos del latín escrito.

CAPITULO II

LAS VOCALES

Para estudiar históricamente el idioma español es preciso empezar por conocer la historia de los sonidos que forman sus palabras, qué cambios sufrieron desde la época latina hasta hoy día. Este estudio de los sonidos se llama Fonética, y se divide en estudio de las Vocales y de las Consonantes.

La vocal es la vibración de las cuerdas vocales, sin que la columna de aire que produce esa vibración halle en su salida obstáculo mayor, ni por contacto ni por estrechamiento suficiente de las partes del tubo formado por la garganta, lengua y labios. En el estado de reposo de la lengua y labios se produce la a. Las otras vocales se dividen en dos series. La serie anterior se pronuncia elevando la mitad anterior de la lengua, para lo cual se baja la mitad posterior; así se produce con menor ó mayor elevación la e y la i. La serie posterior se pronuncia elevando la lengua en la mitad posterior, para lo cual se baja y se retira en la parte anterior; los labios ayudan cerrándose y adelantándose; dos grados de estos movimientos producen la o y la u.

Todos los cambios que sufrieron las vocales latinas á través del tiempo hasta producir las vocales españolas, se subordinan principalmente al acento de

la palabra en que figuran; cada vocal tiene una historia bastante diferente según que está acentuada ó inacentuada, así que es necesario decir antes, á modo de preliminar, algo acerca de la Acentuación.

ACENTUACIÓN

5. ACENTO CLÁSICO CONSERVADO EN ROMANCE. -El acento se mantiene inalterable desde el tiempo de Plauto, de Horacio, de Prudencio, hasta el de Cervantes y hasta el nuestro, informando, como un alma, á la palabra y asegurando su identidad substancial á pesar de los cambios más profundos que los demás elementos de la palabra puedan sufrir: maritum, marído; quindecim, quince; populum, puéblo; comitem, cónde; comitatum, condádo; *trěmulo, tiémblo; *tremulare, temblár; circĭnum, cércen (así acentúan los clásicos y Zorrilla, y no cercén, como escriben los Diccionarios por error). Sólo es preciso hacer una advertencia respecto al acento de las voces que tienen una vocal larga por posición: el latín coloca el acento en la sílaba penúltima cuando ésta es larga, sea por naturaleza ó por posición (v. g.: virtutem, virtúd; sagitta, saéta), y lo coloca en la antepenúltima, cuando la penúltima es breve y no larga ni por naturaleza ni por posición (arborem, árbol); es decir, que la cantidad por naturaleza de una sílaba larga por posición no influye nada en el acento clásico y vulgar de una palabra, y sólo influye en el sonido de esa vocal, según el § 8; por ejemplo: en sagitta, para la cuestión del acento no nos importa nada conocer la cantidad por na

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turaleza de la penúltima, pues nos basta saber que es larga por posición para colocar sobre ella el acento; pero para el sonido de dicha vocal sí nos importa conocer su naturaleza, pues sabiendo que es breve, deduciremos el derivado español saéta (§ 10); mientras que, si fuera larga, hubiera producido *saíta (§ 11). Otro ejemplo: para la acentuación de caepulla, medulla, no necesitamos enterarnos de la naturaleza de la penúltima, ya que es larga por posición, y diremos caepúlla, medúlla; verdad es que hoy es corriente la acentuación disparatada de la voz culta médula que se introdujo en el español muy tarde, al lado de la correcta medúla usada por Cervantes, Calderón, etc.; pero no hagamos caso de esta voz culta; el derivado popular no se pudo equivocar tan groseramente, y dijo cebólla, meóllo, guardando la longitud por posición en cuanto al acento, pero observando la cantidad por naturaleza para el sonido, pues siendo en ambas voces breve la ŭ, la pronunció ó (§ 13), que á haber sido larga, hubiera dicho cebulla, *meullo (§ 14).

6. ALGUNAS DIFERENCIAS ENTRE EL ACENTO CLÁSICO Y VULGAR.-1] Por el párrafo anterior vemos que el latín no consentía dejar sin el acento la sílaba penúltima cuando estaba en posición; el latín clásico empero, no acentuaba necesariamente la penúltima cuando estaba en lo que se llama «positio debilis,» ó sea la producida por una explosiva (§ 33,) seguida de la líquida r (por ejemplo: pătrem, cuya ǎ sólo entre los poetas se contaba alguna vez como larga por posición), pues este grupo de explosiva + r no producía posición; el latín clásico podía acentuar ín

těgrum, ténĕbrae; pero el latín vulgar generalizó el principio del párrafo anterior aun al caso de la "positio debilis,» y no consintió tampoco dejar inacentuada la vocal que precedía al grupo de explosiva +r y así acentuó Intégrum, de donde entéro; tenébrae, de donde tinieblas; cathédra, de donde cadera (en el sentido de asiento ó caja del cuerpo: aragonés, cadiera, silla); son cultas las formas integro y cátedra.

2] El latín vulgar forma diptongos con los grupos de vocales en hiato: de modo que si el acento clásico cae sobre la vocal más obscura, lo transporta sobre la más clara para hacer posible el diptongo; las vocales van en este orden de claro á obscuro a, o, e, u, i, § 8. El latín clásico acentúa filíolum, pero el vulgar filiólum, de donde hijuélo; clásico putéŏlum, vulgar puteólum, pozuélo; clásico ta léŏlam, vulgar taleólam, tajuela; de varus, postilla, se sacó el diminutivo *varíŏla, *varióla, viruela; clásico mulíěrem, vulgar muliérem, mujér; paríětem pariétem, paréd. En época posterior se observó también esta dislocación del acen. to: en español antiguo se acentuaba reina, regína, vaína, vagína, béodo (§ 60 1), Díos, Déus, víuda, vídua; y hoy acentúa réina, váina, beódo, Diós, viúda '.

3] En los verbos compuestos con un prefijo, el acento clásico se rige también por la cantidad de la penúltima vocal: ré-cito, de donde en español rézo;

La ley de la acentuación de la vocal más clara la generaliza más el habla popular de varias regiones de España y América acentuando máiz, ráiz, bául, páis, máestro, etc.

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