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ES PROPIEDAD

Est. tip. de la Viuda é hijos de Tello, C. de San Francisco 4.

CAPITULO PRIMERO

IDEA DE LOS ELEMENTOS QUE FORMAN LA LENGUA ESPAÑOLA

1. EL ESPAÑOL ENTRE LAS LENGUAS ROMANCES. -Al desmembrarse el Imperio romano se siguió usando el latín en gran parte de él, sobre todo en el Imperio occidental, la mayoría de cuyas provincias continuaron hablando dicha lengua á pesar de las muchas invasiones de pueblos extraños que sufrieron, y podemos decir que aun hoy día siguen hablándolo, claro es que muy alterado y de diversa manera, en cada una de esas provincias.

Los varios estados de transformación á que en esas provincias llegó el latín hablado, se llaman lenguas romances ó neolatinas,» y son éstas, enumeradas de Oriente á Occidente: el RUMANO, hablado en la antigua Dacia, ó sea en Rumania y parte de Rusia y Hungría, y al S. del Danubio en parte de Macedonia y Albania; el LADINO 6 RETO-ROMANO, hablado en la antigua Retia, esto es, en parte de Suiza, Italia y Austria; el ITALIANO, hablado en Italia; el FRANCÉS Y PROVENZAL, hablados en la antigua Galia, y el CATALÁN, CASTELLANO Y GALLEGO-PORTUGUÉS, hablados en la antigua Hispania. El castellano, por servir de instrumento á una literatura más importante que la de las otras regiones

y

I

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de España: por ser la lengua de un pueblo que realizó un plan histórico más vasto y expansivo, y en fin, por haber absorbido en sí otros dos romances principales hablados en la Península (el Leonés y el Navarro-Aragonés), recibe el nombre de LENGUA ESPAÑOLA por antonomasia. Se propagó á la América, viniendo á ser de las lenguas romances la que logró más difusión, pues la hablan como unos 60 millo nes de hombres, mientras el francés es hablado por 50 y el italiano por 30.

Todas estas lenguas son una continuación moderna del Latín; pero no del LATÍN LITERARIO, escrito por Cicerón, Horacio y los demás autores clásicos, que tenía mucho de convencional y artificioso, sino del LATÍN VULGAR, hablado al descuido, sin preocupación literaria, por los legionarios, colonos, magistrados y demás conquistadores que se establecían en las provincias ganadas, los cuales, gracias á su poderío político, á su talento administrativo y á su superior cultura, romanizaban rápidamente las razas sometidas y les hacían ir olvidando su idioma nativo, que no podía menos de resultar pobre é insuficiente para las complejas necesidades de la nueva vida que la colonización traía consigo. Además, aparte de la mayor perfección del latín, esta lengua se presentaba con otra superioridad respecto de los idiomas indígenas; eran éstos tantos y tan variados en un territorio como, por ejemplo, el de España, que la imposición de la unidad en el latín, aunque molestara cariños y vanidades patrióticas, resultaba cómoda y útil para el comercio y la cultura general.

Felizmente los idiomas nacionales se olvidaron casi

del todo, de tal modo, que apenas en el Español se descubren restos cada vez más dudosos.

2. EL LATÍN VULGAR.-El fondo primitivo del idioma español, su elemento esencial, es únicamente el latín vulgar. Este no debe confundirse con el latín que se escribía en la decadencia del Imperio romano, ni menos con el bajo latín que se usaba en la Edad Media, pues estos dos, aunque difieran á veces mucho del latín de Cicerón ó de Virgilio, siempre están más próximos del latín clásico que del vulgar. El latín vulgar no se diferencia del clásico por la fecha, pues es tan antiguo, y más, que el latín literario; vivió siempre al lado de él, aunque no siempre igualmente divorciado.

Es cosa bastante difícil el estudio del latín vulgar, pues nunca se escribió deliberadamente: el cantero más rudo, al grabar un letrero, se proponía escribir la lengua clásica; sólo en los escritos menos literarios, como inscripciones ó diplomas, se escapan, gracias á la incultura del escribiente, algunas formas vulgares. Pero fuera de estos escasos restos, la ciencia se tiene que valer principalmente para su conocimiento de la restitución hipotética de las formas vulgares, en vista de la comparación de los idiomas neolatinos, pues claro es que un fenómeno que se encuentra á la vez en todos ó en muchos de esos idiomas, provendrá del latín hablado comunmente antes de la completa disgregación dialectal del Imperio romano; si en vez del clásico acuěre, hallamos en español aguzar, en portugués aguçar, en pro venzal agusar, en francés aiguiser, en italiano aguz zare, etc., podemos asegurar con toda lógica que en

el latín vulgar hablado en todos estos países se decía *acutiare, derivado de acutus, participio del clásico acuere (1). Por igual razonamiento se llega á concluir que la è latina acentuada se pronunciaba con sonido abierto (v. adelante § 8) que produjo el diptongo ie (v. § 10) en el latín vulgar de una extensa zona del territorio romanizado; porque en vez del clásico fĕrus, se dice en español é italiano fiero, en provenzal y francés fier, en rumano fiara, etcétera, y en vez del clásico pědem, se dice en italiano piede, en francés pied, en español y retoromano pie, etc. En casi todas las lenguas romances hallamos ille, sirviendo de artículo, como en español el padre, italiano il padre, francés le père, etc.; bien podemos asegurar que tal artículo era de uso común en el latín vulgar antes de la disgregación del Imperio. Este latín vulgar se distinguía principalmente en la tendencia á expresar por perífrasis lo que en latín clásico se expresaba por una síntesis gramatical; el artículo y las preposiciones sustituían á la declinación clásica de diversas terminaciones, y en vez del genitivo plural sintétito cervorum, decía el vulgar: de illos cervos; el comparativo sintético, v. g., grandiores, se perdió también y se sustituyó por la perífrasis magis grandes; la terminación pasiva, v. g., amabantur, se olvidó

(1) Estas formas como *acutiare, que la ciencia induce de la comparación, y que, por muy seguras que sean, siempre son hipotéticas, se suelen marcar con asterisco, y así se hará en el resto de este Manual. También se marcarán con asterisco las formas hipotéticas del español que se suponga que existieron.

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