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tus) dió gonze y gozne; el paso de las formas antiguas plazdo, aztor á las modernas plazo, azor debe suponer un intermedio *pladzo *atçor, con pronunciación fricativa de la dental final de sílaba (comp. juzgar, $ 60, nota).

68. AÑADIDURA DE SONIDOS.-A los sonidos latinos se incorpora á veces alguno desarrollado entre ellos para su más fácil pronunciación, como se expresa en el § 59; también entre vocales para deshacer el hiato: tuum, tuyo; suum, suyo. Pero otras veces, sin esta razón, se desliza un sonido entre los latinos, como la cizaña entre el trigo; las letras añadidas son nasales y líquidas: M, N subbullire, zabullir y zambullir, sosacar y sonsacar, etc.; ya en latín vulgar se dijo manculam por maculam, pues en castellano se dice mancha, según el § 61 que á haber sido la ʼn añadidura romance, se hubiera dicho primero *maja, según el § 57, y luego *manja; *alaudulam (diminutivo de alauda), *alodla, por disimilación: *alodra, alondra; *potioneam (por potionem), ponzoña; matianum (malum matianum), mazana y manzana.-R ofrece multitud de ejemplos: tonum, antic. tueno, mod. trueno; foliatilem, antic. hojalde y mod. hojaldre; compárese jalde y jaldre; corýtum, *golde y goldre; sobre todo tras st: stellam, estrella; *stuppaculum (mazo de estopa para fregar), estropajo; regestum, registro; mixten cum (§ 18), *mestenco, mostrenco; rastellum, rastillo y rastrillo.

INFLUENCIA DE UNA PALABRA SOBRE OTRA

69. IDEA GENERAL DE ESTA INFLUENCIA.- El sonido y el pensamiento que forman el lenguaje son de naturaleza tan distinta, uno material y otro espi. ritual, que están entre sí en la relación del signo á la cosa significada, es decir, en una relación puramente convencional, siendo indiferente cualquier sonido para representar cualquier idea, y cualquier idea para encarnar en cualquier sonido; podemos representarnos el sonido y el pensamiento como dos relojes isócronos que marchan uniformes, pero sin influir el uno en el otro, ó como dos líneas paralelas que nunca se tocan. No obstante, hay casos en que una de estas líneas converge hacia la otra; la palabra no siempre se limita á ser signo indiferente del pen. samiento, sino que arrastra á la idea, y así de las palabras nacieron mitos y leyendas antiguas, y las palabras sugieren retruécanos y otros juegos de vocablos; y hay casos también en que el pensamiento no se limita á usar de la palabra como de signo indiferente, sino que lo amolda á su gusto, invadiendo el campo de la evolución fonética para violentar su desarrollo natural; estas intrusiones del pensamiento en la fonética obedecen al deseo de hacer resaltar con el sonido la analogía verdadera ó supuesta que se descubra entre dos ó más voces, avecinando el sonido de una al de otra ó confundiendo en una dos voces de significado análogo. Veamos las varias clases de esta influencia:

70. ETIMOLOGÍA POPULAR.-Las palabras más

usuales y corrientes de la lengua se pronuncian por el pueblo viendo en ellas íntimamente encarnada su significación; así que al pronunciar una palabra no tan corriente y que tiene alguna apariencia rara, bien sea por su configuración ó agrupación poco común de sonidos, bien sea por su grande extensión, le produce una impresión de extrañeza y quiere hallar en esa voz aquella transparencia que descubre en las familiares; si entonces advierte cierta semejanza de sonido entre esa voz obscura y otra de las más comunes y conocidas, piensa que hay entre ambas alguna conexión etimológica, y siente la necesidad de acercar aún más en el sonido la voz desusada á la familiar. Pongamos un ejemplo: el latín recibió la voz de origen céltico paraveredus para designar el caballo de posta; esta palabra tenía que sonar á cosa rara en los oídos del pueblo, hasta que se vió en ella relación con la palabra frenum, y se dijo *parafrenum, de donde se derivó palafrén. Lo mismo pasó en romance con la voz culta vagabundo, cuya extraña terminación interpretó el pueblo diciendo vagamundo. En la palabra de origen griego necromantia (vexpo-μavτel, evocación de los muertos), creyeron descubrir los semi-eruditos evidente relación con la magia negra, y pronunciaron nigromancía y nigromancia. A la plazuela que en las poblaciones antiguas de España se dejaba ante la puerta (ostium en latín, uço en castellano antiguo) de las casas se la llamaba ante- ostium, con el sufijo -anum, y de *ante-osti-anum se derivó la voz antigua anteuzano; esta plazuela se conserva todavía en el Norte de España, y se llama en Vizcaya y las

Encartaciones antuzano y en Asturias antoxana; pero ha desaparecido de las ciudades, pues por necesidad de la urbanización sólo podían conservar esta plazuela las iglesias, castillos y casas grandes; y como éstas suelen estar en la parte más alta y fuerte de la ciudad, hicieron creer que su antuzano se llamaba así por estar en alto, y se le llamó en consecuencia altozano, y se dejó de llamar así á las plazuelas que no estaban en alto por creer cometer una impropiedad. En la lengua antigua se usaba el verbo trechar (de tractare, manejar, trabajar una cosa) con la acepción concreta de preparar los pescados abriéndolos y salándolos, y como el bacalao se vende siempre así, trechado, se le llamó *trechuela; pero como el verbo trechar cayó en desuso desde antiguo (ó se conoce sólo en pocas provincias, como Asturias), no se entendió el sentido de *trechuela, y asemejándolo á trucha, se dijo truchuela. Del latín veruculum se dijo en francés «verrou» y en español antiguo berrojo, y como esta palabra designaba un instrumento para cerrar las puertas, se pronunció cerrojo. En los nombres de pueblo juega mucho la etimología popular; algún patricio romano llamado Atilio tenía su palacio unas cuatro leguas al Sur de Burgos, y el lugar se llamó por eso Turris Atilii, en vulgar Turre (m) de Atiliu(m), y en castellano antiguo Tor d' Adijo (§ 53 ); pero luego,

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No obstante, aún hay sitios, como en Bogotá, donde altozano conserva su sentido primitivo, y se llama así á los atrios de las iglesias, ora estén elevados, ora bajo el nivel de la calle.

como el nombre Adijo no se conservaba en español, se creyó que Tordadijo era evidentemente un derivado de tornar, y se pronunció Tornadijo. Una aldea próxima al Escorial se llama en el Libro de la Montería de Alfonso XI Navalquexigo, y hoy alguno de sus naturales la llama lo mismo Navalquejigo, esto es, nava del quejigo; pero los que desconocen este árbol pronuncian Navalquejido, y éste es el nombre oficial del pueblo y de la estación de ferrocarril.

71. ANALOGÍA DE UNAS VOCES CON OTRAS.Dos voces de significado semejante ó correlativo, que se suelen usar juntas en la conversación, inducen al que habla á modificar la una según el patrón de la otra. En vez de decir en una enumeración primarius y postremus, se dijo en el vulgar primarius y *postrarius, de donde primero y postrero; por igual razón, al pronunciar seguidos dextrum y sinistrum, se decía igualando la vocal acentuada de ambas voces: dextrum y *siněstrum, de donde se dijo diestro y siniestro (§ 10). Como nūrus ocurría muchas veces junto á sŎcera ó sŏcra, se dijo * noram, como sŎcram, igualando la vocal acentuada de ambas y la terminación, y en español suegra y nuera (§ 13). Otro ejemplo importante nos lo da la historia del numeral treinta: triginta debiera haber producido *treénta (§ II,), *trenta; pero como viginti hizo veinte primero y luego véinte, según el S II,, también en vez de treénta se dijo treinta antiguamente, y después tréinta. Al citar seguidos los días de la semana, como tres de los genitivos Martis (esto es, dies Martis), Jovis,

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